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Todo pasa

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Que todo pasa pareciera una promesa de un político populista para las recién estrenadas madres en los primeros tres meses del bebé, pero es así. Eso me lo decía una amiga que me acompañó en este camino de trasnocho y exigencias extremas de un chiquitico, y ahora lo repito a mis amigas que pasan actualmente por esta etapa. Repetirlo como un mantra ayuda. Y es que una gran amiga me comentaba que el cansancio no te deja disfrutar del bebé, no solo es real, sino que no tiene nada de malo admitirlo. Somos mujeres, la mayoría trabajadoras en otras lides más lógicas y menos emocionales, y esta responsabilidad abruma. La buena noticia, es que esto tendrá muchas recompensas, las sonrisas, el gateo, primeros pasos, los abrazos y los besos recién estrenados, y la independencia del bebé, que llega más rápido incluso de lo que uno quisiera, lo cual nos da el tiempo para nosotras mismas y nuestros esposos, que quedan de lado y que por obligación debemos retomar. Todo pasa, así saquemos el máximo provecho de cada minuto de un rol que poco a poco incorporaremos a nuestras vidas, lo afinaremos y nos sentiremos orgullosas de hacer nuestro mejor esfuerzo por hacerlo cada día mejor.

Sorprendida por mi propia foto

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Quizá si uno asiste a una fiesta, y llega un medio de comunicación y le toman una foto, pues no sorprende para nada encontrarse al otro día con el gran retrato en la página de sociales. Tampoco es de extrañarse verse entre un grupo de fotos de los amigos que asistieron a una boda, y ahora mucho más con Facebook, que nuestra imagen de un día para otro es “etiquetada” y eso forma forma parte de la red de amigos que comenta, pregunta y piropea. Ahora, si una amiga me llama para comentarme como si estuviera enteradísima del asunto que mi foto y la de mi hijo aparece en un reportaje de la revista Farmatodo, para quienes nunca posamos y mucho menos autorizamos el uso de tal fotografía, pues, sí, ¡claro que sorprende! La verdad es que esto me hace recordar, todo el calvario que tuve que pasar para optar porque Discovery Health colocara en su página web una foto de Santiago, fue tanto el papeleo y autorizaciones que iban y venían, pues que nunca se pudo lograr. Al parecer el criterio en este caso local es radicalmente opuesto, y es que si lo encuentro en el buscador de Google, pues sencillamente esa foto me pertenece, y resulta que desde ese punto de vista, ni siquiera podemos contar con que se nos pida permiso para su uso, o como mínimo, se cite la fuente, en este caso mi blog personal, para publicarla. Sobretodo porque se trata de un menor, razón por la cual el caso de Discovery, fueron tan estrictos. Así fue como ayer nos vimos hojeando la página 81 de la revista Farmatodo observando que lindo se notaba Santiago en ropa de casa haciendo sus primeros intentos de gateo y en el acto de fin de curso de su clase de música, hasta allí todo muy bien, es agradable que hayan sido seleccionadas para un reportaje además, instructivo para los padres las fotos utilizadas en el reportaje, reseñaba el texto, eran de un banco de imágenes y de “archivo” ¿Qué pasa si esta misma foto fuese utilizada para fines inmorales o perversos? ¿O qué pasa si los padres no quieren que su hijo sea una imagen pública? No es el caso que exponemos, pero justamente para eso existen leyes de propiedad intelectual o como mínimo formatos y normas que deben cumplirse para autorizar el uso de fotografías, lo cual no sucedió en este caso, a menos que la revista llamé “archivo” a todo lo que se aloje en la red. Y no me vayan a venir con el cuento de que “¿entonces para qué colocan la foto en internet sino quieren que la publiquen?” Eso sería el equivalente a acusar a una mujer de que, como salió a pasear con minifalda, cómo se va a quejar de que le hagan piropos o sea víctima de violencia sexual. Es verdad que internet es un medio que se presta para muchas cosas, donde lo privado se convierte en público, y la globalización es un lugar común, sin embargo, hasta la guerra tiene sus límites, y en definitiva: nadie me preguntó si podían usar mis fotos y la usaron sin mi consentimiento.

Vacaciones

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La verdad es que he escrito poco desde que Santiago salió de «vacaciones». Luego de un corto plan vacaciones de 4 semanas, ahora está en casa disfrutando de los mimos de Coro y de nosotros cuando llegamos del trabajo. A pocas semanas del segundo cumpleaños de Santiago, los preparativos ya se hacen sentir. Por más pequeña que sea la celebración, da trabajo, porque cada detalle cuenta. Es un poco mi ascendente capricorniano el que logra este estrés, y en acuariano el que me pone creativa, lo cual no sé si sea bueno o malo.

Lo cierto es que Santiago está inquieto, aun siendo un niño tranquilo, brinca y corre todo el día, con una pilas que ninguna marca ha logrado igualar. Tiene más cabello (aun cuando su papá se lo acaba de cortar o «machetear» según se vea), le encanta «leer» revistas (entiéndase hojearlas hasta el cansancio y destrucción de las mismas), o su nueva colección de Elmo, corre por la urbanización, come poco, baila y canta de vez en cuando. Dice pocas palabras, pero entre esas hay una que pronuncia muy bien: Hi5 o «jatai», razón por la cual, si es una palabra tan importante para él dentro de su corto vocabulario, ese debe ser el tema de su segundo cumpleaños ¡Sin discusión! La verdad es que la televisión (en contra de su padre quien teme que sea tan teleadicto como él) se ha convertido en una distracción para él. Escala el mueble y se instala a ver Discovery Kids. Cada vez da más guerra para cambiarle el pañal, vestirlo, bañarlo o cepillarse los dientes, parece que tiene tantas cosas en mente, que no quiere perder ni un segundo para descubrir qué hay a su alrededor, aun cuando eso vaya en contra de todos esos hábitos que sus papás se esfuerzan por honrar, pero cada quien a lo suyo, él con su papel de niño y nosotros con el de padre. Lo cierto es que al final del día, agarra su Barney y se acuesta tranquilito, si aun no tiene sueño, se arrulla un rato, juega con el mosquitero y se entretiene con las luces de la lámpara que se proyecta en el techo de su habitación. Siempre amanece con una gran sonrisa, que desaperece solo en el momento de cambiarle el pañal, pero luego sale corriendo a recorrer ese mundo nuevo de su casa chiquitica.

Primeras mordidas

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Todo el mundo habla de que los niños aprenden y ejercitan los mordiscos en el colegio, ayer Santiago fue víctima de su primer par de mordiscos gracias a que no quiso entregarle la pelota al victimario, que presa de la ira le mordió cerca de la ceja y en el cachete. Nada agradable verlo con las marcas, aun cuando estaba de muy buen humor cuando su papá lo buscó al colegio y la maestra le contó la historia, no me sentí muy tranquila por el evento, aun cuando todo el mundo me diga que es común que suceda, y pueda entender que a cualquiera le pasa que en segundos suceda algo y no puedas evitarlo, creo que puedo perdonar, a regañadientes, un mordiscos, pero dos, no. Supongo que entre un mordisco y otro dio tiempo de detener al mordedor. En fin, supongo que hay algo de madre primeriza en mi apreciación, lo mejor es que hable con la maestra para que me explique mejor qué pasó.

A todas estas, como verán, a Santiago pareciera no importarle en lo más mínimo…

Foto candidata sin espectadores

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Hace algunas semanas recibí un correo de una amiga quien me comentaba del concurso La carita del mes del bebé, del canal de televisión por cable Discovery Home & Health, con ese chip del país de las misses, me pareció simpático enviar una foto de Santiago y mandar el texto, requisito para participar, del rito de dormir que le hacemos a Santiago. Lo mandé y listo. A los pocos días recibí la notificación por email de que Santiago había sido preseleccionado, ¡Buenísimo!, dije, pero había un detalle, debía enviar el documento de autorización con mi firma y “notariado” para que la organización pudiera usar la foto. Bueno, dije, vamos a intentarlo, y desde allí comenzó el drama.

Fuimos a la notaría, allí nos dijeron que teníamos que visar el par de páginas con un abogado, luego ir al tribunal de menores, donde nos darían un permiso, solo así podrían notariarlo. De mala gana me cuestioné si valía la pena lo que había hecho solo por diversión, pero bueno, como la peor diligencia es la que no se hace, procedimos a iniciar la ruta del permiso. Gracias a la familia, lo de visarlo con un abogado se resolvió con una visita a un primo y una buena conversa. Luego a los tribunales, pues de allí me mandaron a la Fiscalía, ¿La fiscalía? Mmmm, dudando fui, al final era mi mamá la que me daba fuerzas, empujándome literalmente para que siguiera caminando el par de cuadras que separa un organismo de otro, todo para seguir en esa carrera absurda por una autorización para que la foto de mi hijo saliera en la página web del concurso. En la Fiscalía me miraron de arriba abajo, y dos fiscales gritando entre oficinas, se preguntaron qué hacía yo allí buscando permiso, al final concluyeron que solo sus padres podrían dar una autorización para que un menor participara en cualquier evento. ¡Claro!, dije, es lógico. Pero no exagero al decir que aquí, son pocas cosas las lógicas, así que volví a la notaría dispuesta a terminar allí esta historia, hasta me atendió directamente la notario, uso el comodín de llamar a un amigo, y muy amablemente me dio el nombre de la persona que me atendería, nuevo en el tribunal, al mismo tiempo que me prometía que con ese último trámite me iban a notariar el pase a la fama de Santiago ¡Ja! Al otro día fui al tribunal, la abogado que me atendió se conmovió con el concurso, me preguntó la edad de Santiago, al tiempo que me mandó a un organismo de la Lopna, donde me darían el permiso. Salí como siempre, dispuesta a renunciar, ¡y a irme a trabajar!, de nuevo mi madre me motivó a seguir. Ya en este momento la diligencia personal se convirtió en un reportaje periodístico, una experiencia que me iba a decir qué tan fácil es hacer un trámite en un organismo público en Venezuela. Con la abuela de la potencial estrella nos sentamos a hacer cola de nuevo, entre madres con denunciar y otras que iban a pedir un permiso de viaje, nos relajamos un ratos mientras veíamos VTV, hasta que luego de casi una hora nos atiende un funcionario, quien escuchó atentamente la solitud: “un permiso para que la foto de un menor participe en un concurso”, dije con una sonrisa forzada, ¿Dónde vive el menor?, preguntó, con algo de recelo dije: “Cabudare”, el funcionario con cara de satisfacción de quien encontró la traba que siempre existe expresó: “Ahhhh, entonces deber ir a Cabudare”. Ya no había sonrisa forzada, solo unas ganas enormes de voltear su escritorio u castigar la ineficiencia, para dar “información veraz”, pero sobretodo esas ganas de “no resolver” que los caracteriza. Luego de un “gracias, por nada”, me despedí de ese hueco negro, con una buena historia, y sin ninguna autorización en la mano . Realmente no es que la nota sea muy original sino por lo cotidiana y por lo menos brinda información a otras víctimas de los trámites legales, por lo menos se evitan el peloteo y ya sabes que la Lopna es municipal y debe ir al sitio más cercano a su domicio, que la fiscalía no atiende esos casos y tampoco el tribunal del menor. Es una historia que pocos organizadores de un concurso fuera del país creerían, así que lo dejé así, pensando que ellos nunca se imaginaron que un trámite cotidiano, aquí se convierte fácilmente en una pesadilla.

Aquí les dejo la foto que concursó y quedó seleccionada aun cuando nadie lo supo, el premio de consolación, sobretodo para su abuela y su papá que se fajaron hasta el final para conseguir el papelito, es que aparezca en este blog, aun cuando no tenga mucho mérito la selección tomando en cuenta de que quien lo escribe sea su mamá, jajaja.

P.D: por cierto, como toda una paradoja, les cuento: mi amiga Elsa me mandó en estos días una foto de Santiago con su franela de la Vinotinto, que parece identificar a un foro sobre el equipo; por supuesto, no tengo ni idea de quién es la persona que ubicó la foto, quien gracias a Google, con apenas colocar Vinotinto o algo por el estilo, anda ya por ahí de su cuenta como imagen oficial. Me recordó que en este mundo globalizado y sobretodo por internet, ya pocas cosas nos pertenecen… Lo gracioso es que en este caso expuesto en el post, aun siendo una foto de mi propiedad, y de mi hijo, no bastó mi palabra, ni mi firma para que un tercero la usara, y seguro cualquier que la descubra en la red, una vez publicado este post, podrá usarla como mejor le parezca. Qué cosas, ¿no?

A cada papá le llega su hora

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El Día del Padre trascendió en el CDI de Santiago, concursos entre padres, bailes, bola de luces y hasta brindis. Santiago plasmó nuevamente su mano, esta vez en una gorra, en la que declaraba su amor a su papá con tarjeta y todo. No faltó el corazón de Yo amo a Papá ni el recién aprendido baile con el que hace una fiesta de cada ritmo. Declaro que el papá orgulloso disfrutó tanto el regalo que no recuerdo haberlo visto sin la adorable gorra por lo menos hasta el domingo al final del día.

Un mes después

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Ya Santiago está más acostumbrado al colegio, y no lo digo yo, me lo certifica un video que grabó una maestra para que me convenciera de lo que se divertía con los otros niños, aplaudía y jugaba con los globos. Así será mi cara de angustia cada vez que lo veo llorando, que la maestra se tomó la libertad de darme esa prueba de adaptación multimedia, la cual agradezco, sobretodo porque el video es largo. La verdad es que hace dos días, aun cuando aun hay cierta resistencia a quedarse en el preescolar, lo encontramos contento, sonriente, quizá a veces un poco confundido por lo que debería sentir, y entonces representaba un corto lloriqueo, algo fingido, como para dejar que no es para tanto y que no creamos que podemos dejarlo allí para siempre. Lo cierto es que tuvo que ser un mes, y no una semana como imaginaba, el lapso de una adaptación, no plena, pero sí menos estresante para todos.

Canción de cuna en el Siglo XXI

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Hace ya casi un año una gran amiga me pidió que escribiera un artículo sobre la maternidad para una revista que coordina en los Estados Unidos, un enfoque personal, desde mi humilde punto de vista 100% primeriza. El Día de la Madre me parece un buen momento para compartirlo con ustedes, como un homenaje a cada una, madres en pleno entrenamiento aun con mucha o poca experiencia, cuyo esfuerzo cotidiano se enfoca en armar la maternidad apostando lo mejor de sí, innovando, arriesgando, improvisando y aprendiendo a lidiar con un trabajo 24 horas al día, con días buenos y malos, que sin ninguna, o con muchas dudas, valdrá la pena ¡Feliz Día de las madres!

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Canción de cuna en el Siglo XXI

“Duérmete mi niño que tengo que hacer, lavarte los pañales y sentarme a coser…” Esta canción de cuna protagonizada por una madre cuando aun no existían los pañales desechables, habría que agregarle hoy a ese “tengo que hacer” una cuantas actividades como, ir ala oficina, revisar los correos electrónicos, pagar las cuentas, gerenciar el hogar, quizá seguir algunos estudios profesionales, llevar al bebé a la guardería, administrar las cuentas familiares… Lo cierto es que esta nana se vuelve más compleja, porque el rol de mamá se diversifica en esposa, familia, profesional y alguna que otra responsabilidad de la super mujer de hoy.

Quizá el hecho de que aun en este siglo 21 sigamos cantando la misma canción de cuna, genere cierto conflicto, entre la exclusividad de “coser” o de de ser la mujer preparada y profesional de siempre a la que esta sociedad le da un inmenso peso. ¿Es posible reconciliar ambos mundo? Aun con inmensas variaciones y estilos, las mamás de hoy apostamos a que sí, es viable ser una mamá, pero la posible, no la versión de Súper Mamá que nos vende el cine, la televisión y la publicidad.

Historias sin escrutinios

Susana, exitosa profesional dedicada al negocio de las ventas del sector farmacéutico, dejó su trabajo cuando su bebé ni siquiera llegaba a los 3 meses, ella decidió que su deber en ese momento no podía ser otra que cuidar a su Karen de forma exclusiva. Nadie podía hacer este trabajo mejor que ella misma, por algo había decidido ser mamá y así lo asumía. Su plan consiste en que apenas su hija cumpla un año, comience a buscar trabajo, cuando ya haya encontrado alguien de suma confianza. Mientras tanto Marie, profesional de la medicina, tuvo a su bebé cuando aun estaba cursando la última fase de sus estudios de postgrado, por lo que tuvo que dejar a Daniela al cuidado de una persona de servicio, con apenas 15 días de nacida. Confiesa que llegó a desesperar en las primeras semanas, el encierro la tenía bastante deprimida; su necesidad de trabajar era obvia. Trabajar era algo que había hecho desde que tenía 17 años. Pero mientras cumplía su jornada laboral cumplió cabalmente con su intención de amamantar a Daniela, y el “sacaleches” nunca faltó en su maletín, así como su permiso para ir a su casa a amamantar a su bebé ¿Quién tomó la decisión correcta? La verdad es que ambas hicieron lo mejor que pudieron, y ambas están luchando actualmente por darle ¿la mejor? crianza a sus hijos, seguramente entre dudas, arrepentimientos, miedos…Y destaco y cuestiono eso de “¿la mejor?” porque en la tarea de ser mamá no existen caminos buenos o malos, solo los “posibles”.

Fantasear sobre nosotras mismas como madres cuando aun ni siquiera tenemos planes para tener un hijo o nos cuestionamos el simple hecho de tenerlos, es solo un ejercicio de creatividad y buenas intenciones, que nos puede entusiasmar u obsesionar. Pero son es un terreno de ideas. Aterrizarlas en realidades es el reto diario de cualquier mamá: ¿Estaré haciéndolo bien? ¿Debería seguir trabajando? ¿Sino lo amamanto debo sentirme culpable? A veces no hay opción, pero aun cuando las haya, decidir en una inmensa responsabilidad que arrastra una nueva vida, no queda otra, sortear las dudas, enfrentar los miedos y hacer lo posible…

Sociedad de hijos únicos

Nadie exagera cuando dice que la maternidad es un rol complejo, de hecho ni siquiera se acerca a la realidad esa sentencia teórica cuando se llega a experimentar en carne propia, y esto ni siquiera ocurre cuando tenemos al recién nacido en brazos por primera vez, sino en los próximos meses, cuando la novedad cede el paso a la cotidianidad, el hábito y la inmensa responsabilidad que esa mini persona implica. Pero creo que más allá de la dificultad que genera ese rol por sí mismo, es la carrera que dicta la sociedad a la mujer actual, lo que hace aun más cuesta arriba lidiar con este proceso. No en vano la tendencia es que las mujeres posterguen su decisión de ser madres cuando ya la ovulación es casi un lujo o que luego de mucho análisis, decidan no tener hijos y seguir con la vida loca que mejor les provoque.

Por más que me esfuerzo, no logro recordar que durante mis 35 años de vida, los valores que me motivaron a desarrollar (mis maestros del colegio, padres, familiares, y otros círculos de referencia) fueran otros a ser una estudiante excelente, estudiar en la universidad, viajar, aprender otro idioma, conseguir un buen trabajo, hacer un postgrado o cualquier otra actividad extracurricular que diera forma a esa mujer competitiva y exitosa que encajara en un ambiente laboral feroz y luego venciera cualquier obstáculo que se le presentara. A los 17 años me fui a estudiar a otra ciudad distinta a la de mis padres, y desde ese momento comenzó esa formación descrita en la que no faltó ni una de esas barajitas mencionadas. En todo ese proceso pasaron 16 años. Entonces regresé a mi lugar de origen para abandonar mi carrera profesional, iniciar una empresa propia, casarme y tener un bebé. No voy a redundar esta historia para decir que la vida me cambió, porque eso es obvio, para ser exacta debo decir que la vida me revolcó durante los primeros meses de vida de Santiago, cuando sentí que en lo que me esmeré en hacer durante más de 15 años, no me valía de mucho.

Allí estaba, con lo que acertadamente tituló mi sicoanalista, una “indigestión sicológica”, confinada a una casa recién estrenada, con un pijama puesta, con la única tarea de atender a un bebé recién nacido y sin tener idea de cómo hacer para no equivocarme ¿Acaso podía utilizar una hoja de Excel para planificar que las comidas coincidieran con las horas en las que estaba despierta? ¿Podría un idioma adicional lograr que entendiera qué quería decir cuando lloraba sin parar? ¿O quizá los apuntes del postgrado en Comunicación Organizacional podía conectarme con esa mujer “echada pa’lante” convertida ahora en un manojo de miedos e incertidumbres? De pronto estaba viviendo en un mundo enteramente emocional para lo que el razonamiento lógico y calculador con el que me había entrenado solo servía para mortificarme, y no me era útil. Necesitaba relajarme, contemplar a mi bebé, cuidarlo sin preguntarme nada más, no era necesario proyectar su futuro ni diseñar estrategias para los distintos escenarios que le tocaría vivir… Era tan simple como dejar que la feminidad fluyera, la capacidad de emocionarse, y sentir, porque “ser mujer”, esta vez, no sería castigado.

Lo cierto es que esta sociedad que nos prepara para ser una especie de “hijos únicos” pendientes de manosear su ego diariamente ya sea en forma de éxito profesional, mujer independiente o esbeltas figuras, de un día para otro te lanza a desempeñar un rol de mamá para lo cual necesitas un montón de virtudes por las que nadie apostó y que nadie te dijo que también deberías desarrollar, porque no me vengan con el cuento de que para eso existe el instinto materno, porque no creo que sea tan sencillo como apelar al instinto para ser una buena madre. Ser mamá es un curso de formación no es un switche automático que se activa con la palabra positivo que aparece en el resultado del examen de sangre.

¿Cómo se come la nobleza?

“Cuidar un bebé es una tarea noble que la sociedad poco incentiva”, me comentaba una consejera de la iglesia que me regaló varias visitas cuando vivía este conflicto de rol. Es así. El disfrute del hogar, cuidar de otra persona, sacrificar horas de sueño por las necesidad de otro, postergar disfrutes simples como un cine, aprender a cocinar una compota natural, entregarse a la emoción y sacrificar la lógica, contemplar una bendición recién nacida ¿Acaso esto era necesario para graduarse en la universidad?, es más, ¿Acaso había tiempo para pensar en otra cosa que no fuera yo mismo?

La maternidad consiste básicamente en “dar” durante 24 horas al día, y desplazar a un segundo plano todo lo que tenga que ver con ese ego que ahora no sirve sino para atormentarnos con ideas de cuándo retomaremos esa vida por tantos años cultivada. La buena noticia es que ese dar, paulatinamente la vamos haciendo tan nuestro, que un día nos sorprendemos asumiéndolo con una paz y disfrute que antes nunca pensábamos que pudiéramos lograr. El aprendizaje que implica ser mamá es intenso, en una evaluación continua, una faena que nunca finaliza, y eso mismo es lo que nos obliga a tomarlo con calma y a disfrutar de esta tarea de la que poco a poco aprendemos más.

Ya Santiago tiene 9 meses, y apenas ahora estoy retomando el ritmo parcial de trabajo gracias al apoyo de mi familia que me ayuda a cuidar el bebé. Voy a la oficina medio día (soy afortunada en poder administrar mi tiempo de trabajo), aunque eventualmente las obligaciones me exigen algo más de este tiempo. Siempre reservo los miércoles en la mañana para llevar a Santiago a un taller de estimulación que es una buena excusa para encontrarme con las mismas mamás que conocí cuando aun no lo eran, en el curso prenatal, y drenar un poco con cotidianidades. Me quedo con él cuando está enfermo o cuando siento que me extraña. Hace un par de meses comencé a escribir un blog en el que aun descargo esos rezagos del cambio más importante de vida, se mamá. Por cierto, con esta iniciativa, se comenzó a conjugar mi pasión por escribir con el rol maternal, lo cual fue motivador, al darme cuanta que sí era posible desdoblarse sin perecer en el intento. Cada día que pasa Santiago se hace cada vez más parte de mí, y por ende imposible renunciar a quererlo y a protegerlo. Mi hijo es una lección de humildad que agradezco a la vida. Con él me percaté de que nunca supe lo suficiente acerca de lo que era realmente importante y que tenía que empezar de cero con la maternidad para darme cuenta de ello. Como muchas mujeres de este siglo de promesas, no soy más que una mamá común y corriente tratando de buscar un balance entre esas dos versiones que conviven dentro de la mujer, de esa misma que hoy sigue cantando esa canción de cuna de siglos pasados, sin sentir remordimientos por no saber coser ni mucho menos lavar pañales, pero con toda la intención de aprender si las circunstancias así lo ameritan, y sin que eso vaya en desmedro de su traje de oficina, si decide que aun quiere seguir usándolo, sino, también vale.

Segundas partes, son lloronas

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Segundo día de guardería: lloré, lo que no hice el primer día. Pasó que en el día después cuando me despedí, lo vi llorando y llamándome. Luego, estábamos otra mamá amiga y yo, estacionadas frente al preescolar como quien no se atreve a alejarse mucho, esperando la temida llamada alerta de «está llorando mucho, vengan a buscarlos», cada vez que salía una maestra, le preguntábamos cómo estaban, y sonriendo por vernos en estas lides, nos tranquilizaba con el cariño y la sabiduría de quien ha visto esta escena una decena de veces. Ambas nos miramos y nos atrevimos a tomarnos un café, mientras se pasaba la interminable hora y media para ir a buscarlos. Uno de los temas de conversación fue que siempre nos quedará la duda si esta forma de introducción a la escolaridad es la correcta. ¿no sería mejor estar con él por lo menos por una semana mientras se adapta al sitio y a la gente, que no son más que desconocidos para él a final de cuentas? Sin embargo, no es esto en lo que coincide la mayoría de las guarderías o preescolares. Todas dicen que uno se despida y ya, le explique que regresará a buscarlo, que llorará un poco, y luego se acostumbrará, porque «si los papás se quedan, nunca se acostumbrará»… No lo sé, tengo mis dudas, pero bueno, me digo de nuevo, bienvenida al mundo de la maternidad, en el que todo se duda, todo se supone, y uno solo toma las decisiones que cree correctas o las menos malas. La decisión de meter a Santiago en un sitio de juegos, afortunadamente, no fue forzada porque no tenía a nadie quien lo cuidara. Cuento con la bendición de Coromoto, con quien no me hace falta la sangre para considerarla familia de las más incondicionales y cariñosas con Santiago, fue más bien una búsqueda por su educación, estimulación, juegos con otros pequeñitos, otra cosa que estar entre cuatro paredes. Por supuesto, el cariño es ingrediente fundamental, y eso solo se ve cuando esté dentro del centro, y en eso andamos, probando. Pero sí, las dudas asaltan sobre todo cuando le veo la carita llorosa y haciendo pucheros cuando llego a buscarlo luego de la eterna hora y media, ¿estaré haciendo lo correcto?, ¿no estará mejor en casa con la nana?, ¿lo marcará negativamente este proceso?  No lo sé. A veces, como hoy, cuando apenas entramos a la guardería y me lleva de la mano al salón de las computadora y me arrima la silla para que lo siente, digo, como que le gusta… Quiero pensar eso, escojo ese pensamiento que me tortura menos que el otro.

Entrenarse para el primer día de clases

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Hoy Santiago comenzó una nueva fase en su agenda diaria, ahora, luego de dormir su siesta matutina y almorzar, debe ponerse el uniforme, agarrar su morral e irse a su nuevo preescolar de 2 a 6 PM. Realmente está en período de prueba (esta semana estará máximo 2 horas), sin embargo no pude evitar comprarle un morralito nuevo, etiquetas para marcar sus utensilios, merienda, franela similar al uniforme formal, como un rito previo que rescaté de mi madre, quien en todos los inicios de año escolar hacía fiesta con el nuevo bolso, las etiquetas, horarios y las figuras seleccionadas para forrar los cuadernos y una comida especial, y es que, ¿para qué son los ritos familiares sino es para hacer de estos momentos algo especial y resaltarlos más allá de lo común y lo cotidiano?

Lo cierto es que esta prueba que pretende evaluar su adaptación a su nuevo lugar de juegos, para luego comenzar formalmente en septiembre el año escolar en el sitio que seleccionemos. El sitio me encantó, sobretodo el buen servicio que desde principio mostró su dueña, docente quien emprendió este proyecto en el que ya tiene 8 años, y atiende con esmero a cada familia, el sitio es limpio, ordenado y con pocos niños. Desde el miércoles pasado, cuando decidí que ese sería el lugar para dar sus primeros pasos en esta lides, comenzamos a prepararlo, a contarle que desde el lunes (hoy) iría a un sitio nuevo a jugar con otros niños y que allí estaría un rato sin nosotros y que luego lo iríamos a buscar. Con esa idea salió de la casa, escogió su libro preferido para llevarlo con él, eso sí, el morral lo tumbó (la ilusión de verlo con su morralito a cuestas me nubló el sentido común, he de confesar), lo cual lo molestó un poco, se despidió de Coro, y llegamos al sitio y fue amor a primera vista, que tuviera bombas y computadora fue suficiente para que comenzara a sentirse cómodo y a explorar con detenimiento su entorno. Lo llevamos con el resto de los niños, quienes estaban en la hora de juegos en el patio, mientra mi dedo se ponía morado Santiago lejos de aflojarlo no lo soltaba, pero eso no le impedía verlo todo y disfrutar todo lo que ya su vocabulario incluye: bombas, nenés, mama, árbol… Para darles la bienvenida las bombas de jabón colmaron el sitio. Santiago ya empezaba a soltarme el dedo a ratos, mientras le seguía explicando que allí lo dejaríamos un rato y luego lo buscaríamos. Gerardo tomó algunas fotos mientra yo me alejaba, luego él le dijo adiós, y realmente estaba tan distraído que nos ignoró… Aunque no por mucho tiempo, cuando estábamos llenando la planilla de inscripción, escuchamos su llanto, acto seguido una de las maestras corrió a buscar un cuatro para tranquilizar, a Máximo y a Santiago, los nuevos integrantes de este grupo de niñitos que devolvieron el llanto al lugar a mitad del año escolar. Los ojos aguados no pude evitarlos, tampoco esas mariposas en el estómago, pero en el fondo estaba confiada en que pronto lo superaría, y durante hora y media que estuvo allí, sollozó y se calmó en varias oportunidades, saldo positivo en todo caso para un primer día. Luego cayó rendido en el carro mientras lo llevé a un parquecito y a comer con papá. Le compramos un juguetico, lo felicitamos por haberse portado tan bien, y la verdad, es que él estaba animado, contento y con hambre, para variar. Todos superamos esta primera vez, luego de un sustico, con alegría, como debe ser cada paso importante en la vida de cualquier persona.