Nunca sobran, siempre faltan, así que a comprar muchos.
Desde el principio, cuando el tetero o teta es comida única, hasta que comienzan a probar las sopas y frutas, los baberos se ensucian a cada rato.
Los sacabuches, que son unas toallitas o pañales alargados que se colocan en el hombro cuando se le están sacando los gases al bebé, luego de cual normalmente viene un buche, para evitar manchar la ropa del que ejerce esta función.
Tuve la fortuna de contar con las manos mágicas de mi tía Nena y de mi prima María Elena quienes personalizaron la colección de lujo de baberos y sacabuches de Santiago con su nombre, animales y figuritas simpaticonas . Si pueden contar con este regalo que pueden lucir en cada salida sería una bendición, sino es una buena motivación para aprender a bordar en punto cruz, recorrer mercerías para escoger los hilos y telas con una inmensa panza. Dicen que es una tarea de concentración que a muchos relaja, sobretodo porque se hace pensando en el bebé que pronto llegará. En mi caso, aunque tenía seria intenciones de hacerlo, no lo hice. La verdad es que creo que quedé traumatizada por las clases de bordados los días viernes cuando las monjas, cuando solo faltaban días para la exposición final de talentos, me rodeaban de niñas, no tan voluntarias, que me ayudaban a bordar un mantel que sola nunca hubiera podido terminar a tiempo. Sino, en el mercado hay muchos y para todos los gustos. Mi última adquisión fue uno de plástico con un dispositivo al final del mismo para que ataje toda la comida que se caiga. Imprescindible a partir de que la comida entra en la dieta del bebé. De hecho, he pensado que deberían inventar un inmenso babero o un impermeable, mejor, para la mamá, porque les cuento que la ropa me dura muy poco limpia de trozos de auyama, apio, papa o lechoza.